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El que tiene boca se equivoca

El que tiene boca se equivoca. (Errores en la traducción).

El refranero español es muy completo y, en mi opinión, muy sabio. En él podemos encontrar refranes que se ajustan a una gran cantidad de situaciones cotidianas. Me refiero más concretamente a aquellos casos en los que parece que es imposible no meter la pata. Aunque nos esforcemos al máximo.

En el mundo de la traducción no podía ser menos. Cuando leo un libro o los subtítulos de una película no tardo en comenzar a criticar los problemas de redacción, gramática y terminología que encuentro. Es como si la costumbre de revisar todo cuanto escribo siguiera en mi cabeza incluso en mis ratos de ocio.

Estoy segura de que, al igual que yo al traducir, esos autores y traductores audiovisuales han invertido incontables horas de trabajo y esfuerzo. Horas de documentación, búsqueda terminológica y revisión. Sin embargo, ahí está, una persona que lee por primera vez esas palabras y en menos de un minuto ha encontrado los errores que tú no encontraste en horas de revisión.

Esa sensación creo que la hemos experimentado prácticamente todos los que nos dedicamos al mundo de la traducción. Típico ejemplo: certificado con muchos nombres. Los revisas todos, uno a uno, todas las letras, los lees una y otra vez. Todo en orden, listo para imprimir. Sale por la impresora y lo ves. Esa h que no has incluido. Ese acento que sobra. Esa letra que falta.

Escenarios ante un error

Si somos nosotros mismos los que al imprimir la traducción vemos el error, todavía estamos a salvo. Podemos considerarnos afortunados porque nuestro error tiene solución. No nos costará más que el gasto de la tinta y el papel. Sin embargo, ¿qué pasa cuando es el cliente el que se da cuenta de ese error?

Que un cliente descubra un error en su traducción puede tener como resultado dos escenarios. En el primero, el cliente no tiene prisa, comprende la situación y sin problemas te informa de tu error. En el segundo, el cliente tiene mucha prisa por presentar la documentación y por tu error su proceso se ha anulado o no le validan la documentación.

Errar es de humanos. Es normal que en algún momento en una de nuestras traducciones se nos cuele un pequeño error. Sin embargo, esto no quiere decir que no debamos hacer todo lo posible para evitarlo por nuestro bien, pero, sobre todo, por el del cliente.

En busca de errores en la traducción

En mi caso, cuando tengo que realizar la revisión de mis traducciones sigo varios pasos que me ayudan a encontrar esos posibles errores tan molestos.

Errores en la traducción

Primero: intentar revisar a la vez que vas escribiendo. Esto es muy útil con nombres y números. Cuando lleves 3.000 palabras traducidas y tengas que revisarlas, agradecerás haber prestado atención a los datos.

Segundo: dejar descansar la traducción. Es importante alejarse durante unos minutos, o incluso unas horas. Cuando pasas tanto tiempo delante de un texto es difícil poder despegarte al traducir, lo que hace que copies construcciones del idioma de origen.

Tercero: revisar tu texto como si no fuera tuyo. Aquí hay que dejar el ego aparte, tratar tu texto como si fuera de algún compañero y analizar todo como si fuese la primera vez que ves esa traducción.

Por último, si todo esto fallase y ese error quisiera formar parte de nuestra traducción, lo que debemos hacer es siempre buscar una solución. Lo importante es que nuestra traducción pueda cumplir su objetivo. Mensajería urgente, comprobar si un escaneo podría ser suficiente, cualquier cosa que nos permita que el cliente obtenga una traducción en la que se reflejen todas esas horas de revisión.

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