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Humano o máquina: ¿Quién traduce mejor?

Humano o máquina: ¿Quién traduce mejor?

Son muchos, muchísimos, los clientes que tienden a pedir plazos de entrega imposibles. En el mundo de la traducción suele decirse que el cliente siempre quiere la traducción “para ayer”. Tras unos cuantos años de experiencia en este apasionante mundo, no deja de sorprenderme el hecho de que haya gente que piense que una persona humana puede traducir 20 páginas en menos de tres horas.

Como esta situación se da prácticamente a diario, me he parado a pensar en el motivo por el que muchos clientes nos solicitan traducir como máquinas. Pues ahí mismo tenía la respuesta. Hoy en día existen diferentes sistemas de traducción automática, es decir “máquinas” de traducción. Con tan solo un clic una persona puede obtener la “traducción” de una palabra o una frase. Es tan sencillo como seleccionar el idioma de origen, el de llegada e insertar nuestro texto.

Este proceso de traducción es rápido, cómodo y gratuito. Sin embargo, y como cabía esperar, no es oro todo lo que reluce. Si herramientas como Google Translate fuesen realmente tan eficaces, ¿por qué siguen existiendo los traductores?

La tecnología ha experimentado importantes avances con el paso de los años en lo relativo a la traducción de idiomas. Hace un tiempo, incluso se llegó a lanzar un sistema llamado Pilot, que consiste en un auricular que traduce casi de manera instantánea la información en el idioma seleccionado.

Con todos estos avances y sistemas de traducción simultánea, se podría llegar a pensar que la figura humana del traductor llegará pronto a quedar obsoleta. Un traductor humano tarda más, suele solicitar un pago previo/posterior a la traducción e implica un proceso de intercambio de documentación, que puede ser online o teniendo que desplazarnos hasta su oficina.

Máquina VS Humano

¿Por qué elegir un traductor humano cuando contamos con tanta tecnología? La respuesta es muy simple: la calidad.

No quiero, con este artículo, desprestigiar a los traductores automáticos. Es cierto que en momentos puntuales, como por ejemplo un viaje, Google Translate nos puede ayudar a salir del paso. Sin embargo, hay que saber seleccionar los momentos en los que necesitamos una pequeña ayuda y en los que necesitamos una traducción de calidad.

Por mucho que avance la tecnología, hay conceptos complejos que hoy en día un traductor automático no es capaz de traducir. Un buen ejemplo sería la traducción jurídica. Los textos jurídicos se caracterizan por el uso arcaico del lenguaje, la presencia de instituciones características de un sistema jurídico en concreto y un complejo lenguaje que una máquina difícilmente podría entender.

Aunque parezca imposible, hay un lenguaje aún más complejo que el jurídico: el coloquial. Son muchas las expresiones que usamos en nuestro día a día, las bromas, las referencias culturales, etc. Todo esto se entendería como el lenguaje coloquial, el que usamos a diario cuando estamos con amigos o familiares.

Para demostrar por qué los traductores no deberíamos desaparecer del mapa (al menos a 15 de junio de 2017) me gustaría compartir algunos ejemplos de errores cometidos por el uso de traductores automáticos.

Siempre es mejor tender en un lugar “chulo”:

Forma extraña de decir Pokemon en finés:

Un insecticida para Microsoft, por favor:

El traductor sí que parecía estar en huelga:

Y por último, un divertido monólogo para reírnos un poco de esto de la traducción automática:

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