Dime cómo hablas, y te diré quién eres.
La magia de la lengua es el hechizo más peligroso.
Edward Bulwer-Lytton
Según la Real Academia de la lengua Española, la oratoria “es el arte de hablar con elocuencia”. Puede ser una poderosa herramienta para propósitos tales como la motivación, la influencia, la persuasión, o el simple entretenimiento. Podría decirse que existe una profesión en la que la oratoria cobra un sentido especialmente relevante: la política.
Vivimos en una época en la que a los jóvenes se nos pide saber expresarnos en más de un idioma con fluidez, realizar exposiciones en la universidad… ¿No deberían los políticos dar el mejor ejemplo de la expresión oral en sus apariciones públicas?
Son muchas las ocasiones en las que viendo la televisión me doy cuenta de que quizá, a día de hoy, no todos los políticos se ajustan al perfil de lo que podría considerarse un buen orador. Un ejemplo de político que no encaja exactamente en la definición con que comenzó el artículo, sería el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos: Donald Trump.
Como indiqué anteriormente, la oratoria en sí es un arte. Desde el punto de vista de una traductora que se plantea a diario si sus textos suenan bien, si esa coma está bien puesta o si ese verbo es el que mejor encaja con ese sustantivo, me llamó la atención cómo una persona que es criticada continuamente por sus errores al hablar ha llegado a ser algo así como el orador de entre los oradores al ocupar el Despacho Oval de la Casa Blanca.
No es recomendable realizar afirmaciones sin tener argumentos. Por ello, a continuación me gustaría mostrar algunos momentos en que nos ha dejado ver que, a pesar de la importancia de su cargo, comete errores en sus discursos y publicaciones.
Los errores gramaticales de Donald J. Trump.
Esta imagen pertenece al Twitter del presidente estadounidense. La primera vez que lo leí pensé que quizá el problema fuese mío. Que tenía que leer más despacio o que había algo que no estaba entendiendo. Pues no, en esta ocasión Trump comete un error que, a pesar de haber oído a más de un amigo en EEUU, me sorprendió leer por parte del presidente. El primer error está en la palabra “there” que utiliza en lugar de “their”. Y el segundo en la palabra “waist”, que se traduce como “cintura”, en lugar de la palabra inglesa “waste”, que significa “malgastar”.
En este segundo ejemplo se procede la invención de un nuevo término: “unpresidented”. El presidente quería usar en esta ocasión la palabra “unprecedent”. Parece que tuvo ciertos problemas con el teclado de su ordenador o de su teléfono.
El tercer y último ejemplo de mi artículo seguramente salte a la vista para todos aquellos que han estudiado inglés en algún momento de su vida. Es uno de los verbos más conocidos gracias a las tablas de verbos irregulares que seguro que más de uno que está leyendo ahora mismo este artículo tuvo que aprenderse en el colegio. El verbo perder no se deletrea “loose” sino “lose”.
Documentándome para este artículo he encontrado una página en Twitter en la que incluso se critican los errores del presidente. Podéis consultarla aquí.
Pues sí, las palabras se las lleva el viento. Pero en la era digital en que todo queda registrado quizá cueste más que algunas de esas palabras desaparezcan.