Para poder entender qué es el código deontológico del traductor, en primer lugar tenemos que definir qué es la deontología. Este término lo acuñó Jeremy Bentham en su obra Deontology or, The sciende of Morality. Donde afirma que la deontología es aquella subdisciplina de la ética encargada de establecer los deberes de aquellos que ejercen una profesión. Por lo tanto, un código deontológico es aquel documento que recoge las funciones básicas que deben ejercer los profesionales de la actividad que regula.
¿Cuál es el código deontológico del traductor?
Centrándonos en nuestro ámbito. La traducción, no podemos pasar por alto la función social ejercida tanto por los traductores que actúan como mediadores cuando existen barreras lingüísticas. Por lo tanto, se hace necesario la elaboración de un código deontológico para su práctica.
La Asociación Española de Traductores, Correctores e Intérpretes (Asetrad), ha redactado un código deontológico “con el objetivo de proteger a los usuarios de servicios lingüísticos, de permitirles acceder a especialistas comprometidos expresamente con la calidad de su trabajo y de fomentar el reconocimiento de estas profesiones”.
Dicho código cuenta de 8 artículos: el ámbito de aplicación de la práctica traductora, los deberes. los derechos económicos y laborales de los profesionales. Cómo se deben desarrollar las relaciones interpersonales. La confidencialidad, cómo se deben resolver los conflictos.
La manera en la que se han de desarrollar las relaciones con la asociación y, finalmente, la publicidad de los servicios profesionales.
Sin embargo, cada asociación española para traductores e intérpretes redacta su propio código deontológico, lo cual revela la necesidad de un Colegio de Traductores e Intérpretes a nivel nacional que regulase este asunto.
¿Cuáles son los deberes fundamentales de un traductor?
En primer lugar, la transparencia. En el momento en el que haya una regulación firme, sólo podrán ejercer como traductores aquellos que posean una titulación que lo acredite. Por otro lado, un traductor no debe aceptar un encargo si no posee suficientes conocimientos lingüísticos de las lenguas origen y destino. Además, deberá acordar con el cliente un plazo de entrega del proyecto razonable, que le permita trabajar con flexibilidad.
En el caso de los traductores jurados, nadie podrá firmar ni sellar a su nombre una traducción jurada si éste no ha sido certificado por el Ministerio de Asuntos Exteriores previamente, ya que el grado de confianza y responsabilidad que se deposita en este tipo de traducciones requiere que se cumplan de manera ética y profesional.
La confidencialidad
Uno de los deberes con mayor importancia en la labor del traductor es la confidencialidad. Por lo tanto, la documentación entregada por el cliente al traductor, será considerada secreto profesional y de acuerdo al artículo 199 del Código Penal español, “El que revelare secretos ajenos, de los que tenga conocimiento por razón de su oficio o sus relaciones laborales, será castigado con la pena de prisión de uno a tres años y multa de seis a doce meses.”.
Por otra parte, la Ley Orgánica 3/2018 de 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales y garantía de derechos digitales, obliga a los profesionales a cumplir con los deberes de secreto profesional, sin embargo, puede haber quien no confía en la labor del traductor y obliga a la empresa a firmar un acuerdo de confidencialidad (totalmente lícito). Sobre todo, este tipo de casos se dan en el ámbito de la traducción jurídica y económica.
Como conclusión, podemos destacar que uno de los grandes objetivos a nivel nacional en el ámbito de la traducción y la interpretación sería la elaboración de un código deontológico que garantice el buen funcionamiento de la práctica traductora y que proteja los derechos de todos los miembros que intervienen en ella, junto con la creación del Colegio de Traductores e Intérpretes para la regulación de la profesión de este sector.