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Dime de qué trabajas y te diré quién eres

Nuestra profesión moldea nuestra forma de vida

Como os comentaba en el artículo de bienvenida, la esencia de este espacio es “interpretar la realidad a través de los ojos de una traductora”. Esta afirmación encaja perfectamente con el título de este post y es precisamente sobre lo que pretendo reflexionar hoy.

Cuando tomamos la decisión de estudiar una carrera universitaria lo hacemos motivados por nuestros gustos. Pero también entran en juego nuestra personalidad, destrezas y habilidades; en definitiva, la profesión que ejerzamos en el futuro está marcada por nuestras experiencias y determinará nuestra forma de vida.

Para desempeñar correctamente nuestro trabajo debemos contar con las cualidades propias y características que definen nuestro perfil laboral deseado. Si bien, cuando se atribuye un papel profesional a una persona, es posible que llegue a modificar o influir en su carácter y comportamiento.

Ilustremos esta idea con varios ejemplos:

  • Los ingenieros se caracterizan por utilizar el “ingenio” en su profesión y, lógicamente, en su vida. Suelen ser personas con habilidades matemáticas, sentido común, buena gestión del tiempo y facilidad y creatividad para resolver problemas.
  • Los médicos. Son personas con una excelente memoria y con una capacidad muy desarrollada para aplicar los conocimientos teóricos a la práctica. También son capaces de tomar decisiones correctas de forma rápida e inmediata.
  • Los arquitectos se caracterizan por una excelente capacidad de trabajo en equipo, gran sentido común, concepción de espacio y formas tridimensionales y una amplia imaginación práctica.

Y…¿los traductores?

A primera vista, si preguntamos a cualquier persona si podría decirnos cuáles cree que son las cualidades que debe tener un buen traductor, probablemente responderá que debe conocer perfectamente las lenguas de trabajo. Por supuesto, todo traductor profesional debe contar con un dominio completo de su lengua materna, y conocer profundamente los idiomas que traduce. Sin embargo, eso no lo es todo. Cualquier persona conocedora de idiomas no es apta para poder dedicarse a la traducción. Veamos a continuación cuáles son las destrezas que definen a un buen traductor:

Redactar en la lengua materna

Un aspecto esencial que en muchos casos no se le da la importancia que merece es que saber traducir bien, implica  saber redactar a la perfección en tu lengua materna. Es totalmente erróneo creer que por ser hablante nativo de una lengua, te capacita para ser un buen traductor. Ello conlleva una tarea de actualización, aprendizaje y perfeccionamiento constantes.

Responsabilidad traductora

El traductor debe entender y asumir la responsabilidad de su profesión así como las consecuencias derivadas de la incorrecta ejecución de un proyecto de traducción. La traslación de contenidos de un idioma a otro lleva implícito un elevado grado de compromiso por parte del traductor. Si traducimos erróneamente un informe médico, una sentencia o una ficha técnica de un producto, podemos poner en peligro la vida de las personas que vayan a hacer uso de nuestra traducción.

Alto grado de especialización y capacidad investigadora

Es habitual que los traductores decidamos especializarnos  en uno o varios ámbitos de traducción determinados. Por este motivo, la capacidad de investigación es clave y constituye el eslabón principal de la cadena de suministro de una traducción de calidad. A menudo, los traductores nos vemos obligados a informarnos, documentarnos e investigar sobre temas desconocidos hasta el momento y convertirnos (casi) en especialistas en la materia.

Curiosidad y capacidad autodidacta

Este aspecto está íntimamente relacionado con el anterior. El traductor maneja textos de todo tipo. Aunque se especialice en un campo de traducción concreto, suele encontrar información y contenidos de diversas ramas del conocimiento en un mismo texto. Nuestra profesión exige que seamos personas con ganas de aprender. No quedarnos nunca obsoletos y tener la capacidad para hacer las cosas por nuestra cuenta es primordial. Y, a veces, no nos queda más remedio.

Dime de qué trabajas y te diré quién eres

Como podéis comprobar, los traductores somos personas muy interesantes y nuestra profesión afecta indiscutiblemente a nuestro estilo de vida.

En mi caso, tras más de cinco años ejerciendo en calidad de traductora e intérprete, puedo afirmar que cuento con un perfil consolidado y un estilo de vida definido por el trabajo que ejerzo. Soy una persona dispuesta a abrirme a nuevos entornos y  a salir de “mi zona de confort”. Me entusiasma aprender, continuar formándome, estar al día de cualquier novedad de mis ámbitos de especialización así como de las herramientas de traducción, nuevas tecnologías y recursos y fuentes de conocimiento. También, gracias a mi profesión, cuento con una  capacidad intuitiva muy desarrollada. La perseverancia, la disciplina y la facilidad para afrontar situaciones de estrés han forjado mi personalidad profesional y personal hasta ahora.

Yo soy la persona que soy hoy en día, con mis defectos y virtudes, gracias a o por culpa de mi profesión. Amo mi profesión y por tanto amo mi vida.

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